Terry Butcher, el hombre de Singapur que defendió con sangre el camino de Inglaterra al mundial de Italia 1990.
El apellido de Terry significa “carnicero”; su rostro era de pocos amigos y sus 193 centímetros de estatura no prometían paz. El tradicional jugador del Ipswich y del Rangers terminaría siendo decisivo en la clasificación final de aquella selección que llegaría hasta las semifinales en el país italiano, en la que fue la última gran participación mundialista de Inglaterra.
En aquella ocasión, Inglaterra, que únicamente aventajaba a su rival por la diferencia de goles al frente del Grupo 2, en el que sólo el primer clasificado tenía asegurado el viaje a Italia 1990, sabía que afrontaba un arduo reto en su penúltimo compromiso clasificatorio.
La ardua misión se puso un poco más cuesta arriba cuando, en los primeros compases del encuentro, Roger Ljung colgó el balón arriba hacia Johnny Ekstrom. El delantero del Cannes dio un gran salto para cabecear el esférico, pero su cabeza chocó con la de Butcher, de forma accidental pero brutal.
La sangre brotó profusamente de una brecha abierta en la frente del jugador del Glasgow Rangers, pero éste se negó a arrojar la toalla. En vez de eso, hizo que le aplicasen siete puntos de sutura y un vendaje en la herida, antes de regresar al campo de batalla. “Tendrían que haberme matado para sacarme de allí”, declaró Butcher tras el partido.
Por desgracia para el capitán suplente de Inglaterra, Suecia, con dos hombres altos en punta como Ekstrom y Mats Magnusson, no dejó de colgar balones largos en ataque durante todo el segundo periodo, obligando a Butcher a realizar un despeje de cabeza tras otro… salvo en una ocasión, en la que sacó el balón descaradamente con el puño (“Decidí darle a la herida un pequeño respiro”, bromeó más tarde). Y en cada uno de esos despejes, la sangre se filtraba desde su frente hasta su camiseta.
Terry, con su garra, contagió a los suyos, defendió con gallardía y colaboró con el empate sin goles que puso a Inglaterra en el mundial italiano. La de Butchet es una de esas historias que enaltece el deporte más hermoso del mundo.